El aguacate y su historia desconocida: cómo la humanidad lo rescató hace 7.500 años

Los antiguos pueblos de América Latina salvaron de la extinción a estos frutos, que los habitantes de lo que hoy llamamos Honduras incluyeron en su dieta hace al menos 10.000 años, y los mejoraron intencionadamente.
Los aguacates son verdaderos superalimentos: cucharadas densas y mantecosas de vitaminas, grasa y fibra, todo ello en un envase del tamaño de una mano.
Hemos trabajado mucho tiempo para que sean así. Según un artículo publicado el lunes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, los habitantes de lo que hoy llamamos Honduras incluyeron el aguacate en su dieta hace al menos 10.000 años y lo mejoraron intencionadamente hace más de 7.500 años, primero manejando los árboles silvestres y luego plantando nuevos de forma selectiva, para conseguir una piel más gruesa y frutos más grandes.
Esto significa que la domesticación de la fruta en este sitio comenzó miles de años antes de la llegada de plantas más comúnmente estudiadas, como el maíz.
“La gente domesticaba y cultivaba sus bosques” mucho antes de plantar cultivos en los campos, dijo Amber VanDerwarker, profesora de antropología de la Universidad de California, campus Santa Bárbara, y una de las autoras del artículo.
Los aguacates surgieron por primera vez en el centro de México hace unos 400.000 años. Originalmente, fueron dispersados por la megafauna: los perezosos terrestres gigantes, los elefantinos gonfoterios y los corpulentos toxodontes los engullían con regularidad, incluyendo la semilla, que era un peligro de asfixia. A finales del Pleistoceno, hace unos 13.000 años, la megafauna había extendido los aceitosos frutos por América Central y el norte de Sudamérica, y los había ayudado a diversificarse en al menos tres especies diferentes.
Pero la extinción masiva de la megafauna que puso fin al Pleistoceno dejó abandonados a los aguacates: sin animales lo bastante grandes para comérselos enteros y esparcir sus semillas, su área de distribución empezó a reducirse. En ese momento, “intervinieron los humanos”, dijo Doug Kennett, profesor de arqueología medioambiental también en la Universidad de California, campus SantaBárbara, y otro autor del artículo. Esos humanos –quienes, en ausencia de la megafauna, necesitaban ahora nuevas fuentes de alimento— empezaron a cultivar la fruta, “y salvaron a los aguacates”, dijo Kennett.
Para el nuevo estudio, los investigadores se centraron en un lugar del oeste de Honduras llamado El Gigante, una cueva elevada que la gente empezó a frecuentar hace 11.000 años. Durante generaciones de vida y trabajo allí, los humanos dejaron montones de semillas de calabaza, granos de maíz, hojas de agave y mucho más. Los arqueólogos llevan unos 20 años examinándolo todo.